Alejandro Herrera Guiñazú - Esculturas
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Reinventar la naturaleza
Texto de Rodrigo Alonso

Alejandro Herrera Guiñazú acomete una de las tareas más complejas y ambiciosas que un artista puede afrontar: la de reinventar la naturaleza. A través de un laborioso proceso, que pone de manifiesto la complejidad del desafío, sus obras transmutan la fisionomía monocorde de piedras comunes para inscribir en ellas una explosión de líneas y de colores, de formas y de transparencias.
A pesar de lo excesivo que pueda sonar, su trabajo va en línea con la transformación general del entorno de la cual somos espectadores y partícipes. Sabemos que las nuevas tecnologías están modificando nuestro ecosistema vivencial, y que muchas de las acciones que llevamos adelante a diario tienen consecuencias – con frecuencia nocivas – sobre el medio ambiente. Algunos científicos han acuñado el nombre de Era del Antropoceno para referirse a este fenómeno, señalando cómo, desde la revolución industrial, el ser humano es responsable en gran medida del destino del planeta y del universo que todos habitamos. Pero esta incidencia sobre el entorno no está exenta de algunas consecuencias positivas, que se observan sobre todo en el ámbito de la creatividad: por un lado, por el desarrollo de herramientas que amplían las posibilidades estéticas; por otro, porque invita a expandir la imaginación más allá de los límites del mundo físico.
Herrera Guiñazú transita este camino. Aunque la realización de su trabajo es más bien artesanal, su capacidad para trascender la incólume imperturbabilidad de la piedra no deja de ser asombrosa. Hay algo en la dificultad de su proyecto que es por demás seductor. Pero, finalmente, su labor se impone por sus cualidades expresivas, por la singularidad de su propuesta, y por las formas y los colores que encuentran un eco inmediato en la emoción y la sensibilidad del observador.
Cada una de las piedras intervenidas ve la luz tras un proceso lento, laborioso e intenso. Luego de la selección del material inicial – recogido en las zonas del Río Mendoza, el Río Blanco o el Valle de Uspallata, a partir de una “conexión personal”, según explica el artista – se multiplican los bocetos, y comienzan las etapas de laminado, fundición de vidrio por el método de la cera perdida, tallado, y pulido mediante técnicas de trabajo en frío (cold working) estudiadas en Nueva York. Cada pieza insume gran cantidad de tiempo y una concentración especial para atender a todos los detalles. Los resultados dan cuenta de esa dedicación, que se verifica sobre todo en la precisión de los dibujos y de los ensambles.
Las imágenes que laten en el interior de las rocas suelen ser más bien abstractas, aunque no ocultan su familiaridad con el legado visual precolombino. El artista declara esta filiación en algunos títulos que hacen alusión a lugares y culturas indígenas, como El oro de Wirikuta, Mensaje shipibo o Suelo andino. En otro conjunto de obras, las referencias son más bien cósmicas: Marte, Saturno, Neptuno, Planeta azul, remiten a los misterios insondables atesorados en los confines de la galaxia. En todo caso, es claro que los trabajos de Alejandro Herrera Guiñazú no son meros ejercicios formales, sino que aspiran a la potencia del pensamiento y la evocación.
Las líneas, los planos y los colores que habitan el interior de cada obra surgen de una conversación con la trama visual de las piedras. Éstas, en ningún caso, son indiferentes o neutras. Por el contrario, están atravesadas por vetas, manchas, irregularidades, patrones, porosidades y texturas propias, que no pueden pasarse por alto. De ahí la importancia de bocetar, de proponer y desechar interacciones plásticas, de ensayar soluciones parciales hasta arribar a la definitiva. Cada piedra solicita ser comprendida en sus cualidades formales y respetada en su integridad. La intervención del material vítreo pareciera oponerse a esto, pero, en definitiva, es la forma general de la piedra la que se impone al conjunto y la que termina cobijando en su seno a la voluntad expresiva del artista.
De esta forma de trabajo se desprende que no hay un intento, por parte de Herrera Guiñazú, de aplicar una imagen preestablecida sobre el material que selecciona. Su proyecto de reinvención de la naturaleza posee los rasgos de un verdadero diálogo, más que el de una obligación. Cada una de sus piezas es la manifestación de un encuentro franco y sensible, que se despliega tanto en el plano visual como en el emocional. Un encuentro que, en tiempos de velocidades y de maltratos, nos invita a la revelación de unas cualidades estéticas insospechadas en las morfologías mutantes del reino mineral.
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"Caleidoscópica" - 47 x 25 x 14 cm. Vidrio laminado, Trabajo en frío (cold working), piedra rodada de la cordillera de Los Andes intervenida con vidrio.- 2018. Photo by Ferrara Burgos.
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"Encriptado" - 47 x 27 x 20 cm. Vidrio laminado, Trabajo en frío (cold working), piedra rodada de la cordillera de Los Andes intervenida con vidrio.- 2017. Photo by Ferrara Burgos. Premio estimulo en categoría escultura de Fondo Nacional del las Artes

© Alejandro Herrera Guiñazú. Todos los derechos reservados.